Este es el artículo 8.II de la Constitución Política del Estado: “El Estado se sustenta en los valores de unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, complementariedad, armonía, transparencia, equilibrio, igualdad de oportunidades, equidad social y de género en la participación, bienestar común, responsabilidad, justicia social, distribución y redistribución de los productos y bienes sociales, para vivir bien”. De verdad… ¿el Estado sustenta estos valores?, ¿ahora estamos viviendo bien? o ¿alguien entiende el significado del suma qamaña como principio ético moral? Estos cuestionamientos solo me generan desilusión como cualquier mortal, y me colocan en el punto de padecer los síntomas propios de aquellos seres que están por perder la esperanza.
Aquel artículo fue inscrito con la suposición irreversible de fijar los lineamientos morales y éticos que guíen la conducta de cada boliviano y principalmente de los gobernantes, en procura del bienestar colectivo. Después de 10 años insoportables ya es hora de sacar conclusiones. La mayoría de los bolivianos coincide abiertamente que el erno y todos los órganos del Estado no demuestran valores, menos tienen principios morales y éticos, peor respetan los derechos elementales de las personas y tampoco dan señales de cumplir sus obligaciones oficiales.
Es un gobierno que no exalta el valor de la transparencia; tanto como el Órgano Electoral, muy alejado de este valor, administra cualquier proceso electoral con aristas fraudulentas, sin cumplir los mínimos requerimientos de fiabilidad en el padrón de votantes, lo que compromete la integridad de los resultados. Es que las autoridades de este órgano estatal conducen sus movimientos y pensamientos de acuerdo con los planes diseñados en Palacio Quemado. Los cortesanos que ahí medran nunca han impulsado el valor de la igualdad entre los bolivianos en el acceso al derecho de la seguridad física. Lo ocurrido en la Alcaldía de El Alto confirma, sin lugar a dudas, que los policías encubren y protegen a los agresores carentes de civilidad; y deliberadamente con sus omisiones vergonzosas, consienten la brutalidad contra los que se encuentran en estado de vulnerabilidad o de peligro. ¿Acaso la omisión de socorro y el incumplimiento de deberes no son delitos? ¿Acaso la seguridad pública no debía ser igual para todos?
El valor del respeto dentro de esta “sociedad plural” se ha extraviado por completo. Desde las esferas más altas, sin miramientos ni consideraciones hacia los bolivianos, los corruptos oficialistas se encubren entre mentiras, pero cuando son desenmascarados, los voceros del régimen agreden a quienes han descubierto las verdades y son demonizados como mentirosos. Lo peor de todo es que en este país ya no existe el valor de la dignidad. Simplemente los bolivianos ya no deciden libremente, porque sufren de esa incapacidad tan nociva, muy similar a la estupidez, convirtiéndose en el justificativo perfecto para la intervención de tutores (los gobernantes) y de la institución tutelar (el gobierno). Cada vez se confirma más que el concepto de vivir bien para los mandatarios se asemeja a este ambiente en el que vivimos. Sólo por hoy, los que se sienten tutelados deben salir de su zona de confort y elegir libremente. ¿Quieren sobrevivir a lo bruto o vivir bien de verdad? Tiranía o democracia.