Urkupiña no cabe en una botella

Pese a los insistentes llamados de la Iglesia Católica de Cochabamba para retomar el sentido religioso de la festividad de la virgen de Urkupiña, la Asociación de Conjuntos Folclóricos decidió dejar de bailar durante la segunda promesa que se celebra este domingo y amenazó con no participar de la entrada del 14 de agosto si la Alcaldía de Quillacollo no repone el auspicio de una conocida empresa cervecera y elimina la ordenanza que impone la “ley seca” durante la festividad. El principal dirigente de la asociación culminó el chantaje diciendo: “vamos a entrar en romería, rezando, a los pies de la Virgen, en protesta porque no hay auspicio”(¿?). El famoso auspicio consiste en la donación de Bs 350.000.- y la entrega gratuita de cajas de cerveza para el consumo de sus músicos, bailarines y dirigentes o para la venta directa. Este asunto de la “ley seca” ha puesto en evidencia esa inconmovible dependencia entre el festejo religioso y el consumo escandaloso de bebidas alcohólicas.

Pero lo preocupante es que existen personas inescrupulosas que difunden mensajes distorsionados sobre la festividad de Urkupiña, sólo con el fin de controlar porciones mínimas de poder dentro de la sociedad y aprovechar algún ingreso ilegítimo. Sólo basta mirar desde el balcón para confirmar que dentro de las fraternidades folclóricas existen unas élites férreas, bajo jerarquías piramidales, en abierta pugna de poder que desnudan un lucrativo negocio con auspicios provenientes de mecenas que, lógicamente, imponen sus condiciones de retorno económico. La decisión de no bailar sin auspicio muestra la estampa de una Virgen de Urkupiña secuestrada y cuyo rescate es una botella de cerveza o su valor en dinero. Nos debería avergonzar el sólo hecho de reconocer que en Bolivia la embriaguez alcohólica, la explotación comercial y las devociones festivas de los católicos van de la mano. Creemos firmemente que ha llegado la hora de poner un límite real a semejante perversión. Para solucionar este grave problema el gobierno municipal de Quillacollo no debe dar marcha atrás en su decisión de mantener la ley seca y los dirigentes de los grupos folclóricos deberían dejar de aprovecharse de la ingenuidad del pueblo e identificar otras formas legales de lograr auspicios que aseguren un ejercicio decente del folclor.

Pero lo urgente es que la empresa cervecera que auspicia estos eventos ya debería declarar públicamente que asumirá esa responsabilidad social de la que tanto se jactan sus propietarios extranjeros. Sería destacable, por ejemplo, si la empresa se dispone a promover el cumplimiento de las leyes de tránsito, donando esos Bs. 350.000.- para difundir el significado de las señales de tráfico, adquirir alcoholímetros o cinturones de seguridad, en vez de promocionar trajes con lentejuelas y otras parafernalias que sólo sirven para alborotar las feromonas y deslucir la devoción religiosa. Y este pedido se hace porque no existe una campaña real organizada por la empresa sobre el uso inadecuado del alcohol, salvas esas advertencias en las etiquetas y alguno que otro evento frívolo entre jóvenes de clases sociales privilegiadas. Tampoco la industria ha hecho esfuerzo alguno entre el gran público de las clases media y baja para demostrar que forma parte de la solución al problema del consumo abusivo del alcohol en lugares públicos y entre niños, mujeres embarazadas y adolescentes.

Los ejecutivos y los empleados de esta empresa cervecera y las otras del rubro, nos darían una gran noticia si se desvinculan definitivamente de la festividad religiosa de Urkupiña, privilegiando la declaración de que la sostenibilidad de su negocio está directamente relacionada con la práctica rutinaria de la responsabilidad social y la promoción del consumo juicioso del alcohol en ámbitos enteramente privados. Habrá que esperar dos semanas para ver y después creer.

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