¿Usted paga sus impuestos? ¿Cuáles prefiere? ¿Los municipales o los nacionales? Parece que la mayoría prefiere pagar ahora los impuestos nacionales, y dejar para después los municipales, especialmente los impuestos sobre la propiedad de las casas. Todos sabemos que los municipios son incapaces e ineficientes a la hora de cobrar impuestos, y por eso es que la evasión es una regla. Esto no pasa en el dominio tributario nacional que administra el Servicio de Impuestos Nacionales y la Aduana, donde los contribuyentes registrados en el padrón, pagan los tributos sí o sí. Pero esto no ha había sido tan así, después de conocer el escándalo de contrabando que involucra a ese Ministro de la Presidencia.
Se suponía, por el bien colectivo, que las autoridades de gobierno eran las principales llamadas para “cobrar” impuestos, pero sucede que habían tenido unas facultades ocultas para hacer que determinados grupos estén liberados sin ley, a sola orden dictada por teléfono celular. Es decir que los evasores y defraudadores tributarios tienen protección en el Palacio Quemado. El hecho que el contrabando esté avalado por una autoridad pública u otras de mayor jerarquía, no encaja en las exigencias morales para gobernar. Esto es corrupción palpable. Peor aún si el dignatario estatal, que permite el contrabando, cobra con la mano diestra su sueldo con dineros que vienen por la vía de los impuestos nacionales, y con la siniestra cobra las comisiones por fomentar la defraudación aduanera. Que injusto.
El pasado viernes Paulovich, el periodista más serio de Bolivia (sí, señor), desde su columna “Noticia de perfil”, ha descrito nuestra realidad fiscal con un laconismo envidiable: “Cuando el yatiri ya estaba «mameid» me dijo: los cocaleros no pagan impuestos, los originarios tampoco, los contrabandistas tampoco, las cholas del mercado Rodríguez no pagan porque son gremiales, los gremiales no pagan porque son cholos, los taxistas no pagan, los bailarines no pagan, los músicos no pagan impuestos. ¿Quién paga impuestos en Bolivia? Sólo los giles, como yo.”
Hasta aquí ya debemos distinguir a dos sujetos, los “giles que pagan” impuestos y los “vivos que los cobran”. El problema moral que arroja esta diferencia, nos obliga a pensar si será decente seguir pagando impuestos como pobres giles para que unos vivos se hagan ricos a costa del beneficio colectivo. Esto confirma con mayor razón que la Iglesia Católica o cualquier otra religión, no paguen impuestos porque dedican sus esfuerzos institucionales para lograr la mayor utilidad social posible, a través del desarrollo espiritual, educativo y solidario, en sus templos, colegios, orfanatos, hospitales, asilos, comedores, etc.; que en principio son actividades y deberes inherentes al Estado. ¿Usted lector cree qué el Estado podrá hacerse cargo de estas actividades con la eficacia y la eficiencia como, hasta ahora, ha logrado la Iglesia, por ejemplo?
Ni hablar del proyecto de la nueva Constitución Política del Estado, que en su texto ha propuesto la creación de cuatro dominios tributarios: el nacional, el departamental, el municipal y el indígena. ¿Se imaginan el quilombo fiscal que viviremos a partir del 26 de enero de 2009? En esas condiciones es mejor vivir en departamentos no autónomos, porque sólo los cobradores del alcalde y el presidente tocarán nuestras puertas para recaudar. La peor experiencia la vivirán los contribuyentes del departamento autónomo, donde exista además autonomía indígena. Allí se sumarán los recaudadores del prefecto y el jefe originario. En una sola puerta habrá cuatro cobradores. El mejor lugar para evadir, defraudar y corromper. Entre tanto los giles seguiremos pagando impuestos. ¿Hasta cuándo?