El primer día de junio de 1860. Recordamos que han transcurrido 145 años del nacimiento del empresario boliviano Simón I. Patiño. En la vida republicana de este país, Patiño es el referente máximo de la prosperidad empresarial y también son los trabajadores mineros que le colaboraron, con todas las comodidades materiales, en la construcción de una potencia económica. Después de la nacionalización de las minas en 1952 no se emularon esos paradigmas hasta el presente día, en que los gritos de nacionalización se oyen nuevamente con temor y miedo en los corrillos imaginarios de una Asamblea Constituyente, cada vez más lejana.
La envidia de los menesterosos politiqueros de la época hicieron de Patiño un espejo de los inescrupulosos y el castigo vino con la nacionalización, que su único resultado actual y tangible es la debacle económica de la minería boliviana y la pobreza del trabajador minero. Ese renovado sentimiento nacionalizador del gas y los hidrocarburos nos urge rememorar la reforma constitucional de 1961, impulsada por el MNR en pleno monopolio político, que introdujo el artículo 134 de la vigente Constitución Política que no permite “la acumulación privada de poder económico en grado tal que ponga en peligro la independencia económica del Estado” (sic).
La gran divergencia irreconciliable, por el momento, que existe entre el Oriente modernizador y el Occidente nacionalizador nos ha colocado en un estado en que debemos reflexionar sobre la conveniencia de facilitar la prosperidad económica general con modernas prácticas empresariales o la perpetuación de la pobreza habitual del boliviano medio fundada en el impedimento subconsciente y constitucional que se inscribe en ese malsano artículo 134 de la Carta Magna. Cualquier estudioso e intelectual coincide que el bienestar material y la independencia económica de un país tiene su fundamento en el desarrollo, tanto integral como individual, del poderío económico de los agentes privados que, movidos por la libre iniciativa y el racional uso de la propiedad privada, generan riqueza. Mientras más ricos sean los bolivianos más independiente, rico y poderoso será el Estado.
Nadie cree que en la venidera Asamblea Constituyente se llegue a cambiar la redacción del citado artículo constitucional, porque sencillamente el comportamiento de los bolivianos, sometidos por el subconsciente programado en 1952 con la nacionalización de las minas, interactúa notablemente en nuestra mente de simples pobres. Para los que deseamos prosperidad existe la tranca que sólo el miedo a la nacionalización, la inseguridad jurídica, la desposesión y la invasión de propiedades pueden imponer. Pero para los que desean la pobreza generalizada está la tranca del confuso concepto de la “independencia económica del Estado” que sólo los guionistas del fracaso pueden celebrar, alzando las banderas de la nacionalización.
Hasta hace algunos meses nunca dudé que la era del gas boliviano podía colocar a Bolivia en una situación de inmejorable prosperidad. Pero el prototipo atávico del fracaso y la nacionalización ha renovado sus fuerzas y ha cambiado opiniones. Cada vez que en nuestro país se presenta alguna posibilidad de generar riqueza plasmada en frutos tangibles y reales, todos los que tienen una imagen pobre de si mismos, siempre han hallado las razones para mandar al traste con todo. Una de las razones es la nacionalización.
Son los celos infundados, la envidia degradante, el sentimiento de culpa, la ignorancia de las necesidades reales y todos aquellos sentimientos negativos, los que sepultan las mejores ideas y obras en este país. Así pasó en 1952.
Hoy en día los emigrantes bolivianos que buscan mejores y prósperos días lo están logrando en Buenos Aires, Roma, Barcelona, Londres, Virginia o California, por citar algunos lugares, pero ……… menos en Bolivia. Ellos han tomado en cuenta aquella “cita citable” que indica: “Lo mejor que puedes hacer por los pobres es no ser uno de ellos”. También nuestros emigrantes han renunciado a sus derechos políticos y democráticos de elegir y ser elegidos en países que sólo les permiten trabajar y prosperar.
Con todo esto, la imagen vulnerada de Patiño y el destino de todas sus empresas nacionalizadas, continúan siendo un mortal ejemplo de lo que no se debe hacer. La modernidad sólo espera nuestra adhesión voluntaria y mayoritaria con la prosperidad y sus prácticas empresariales coherentes, de lo contrario los que nos molestan con las marchas y los bloqueos pro nacionalización, terminarán petrificándonos, otra vez, en la era cuaternaria de una economía tan rudimentaria que nos impedirá incluso usar la rueda, por ser un elemento de dominación foránea que pone en peligro nuestra independencia. Así Don Simón ………. feliz cumpleaños. Lo recordamos.