De niño, muy niño, conocí Los Tiempos. Fue cuando mi madre, anticomunista ella, nos daba cuenta con el periódico en la mano de la captura del guerrillero cubano Ernesto Che Guevara, más que las letras me impactó esa fotografía emblemática que aún refleja que cualquier humano para ser un ídolo vendido en medio de frivolidad, primero tiene que morir. Años después también vi llorar a mi madre la muerte accidental del presidente boliviano René Barrientos, siempre con el periódico Los Tiempos. Así fue, como se presentaba el periódico en mi casa todos los días, papel y tinta, blanco y negro. De otros colores ni hablar cuando se está en medio de lo mejor de la Guerra Fría, el hombre en la luna, los Beatles y el fracaso de Vietman. Fines de los 60.
Pero conocer Los Tiempos es algo personal. Un periódico que no deja indiferente a nadie. En la vida de cualquier mortal algún día o muchos se convierten en inolvidables con este periódico de por medio. Pero la mejor es eterna. Era 1974, el profesor de cuarto de primaria del Colegio La Salle pidió a todos los alumnos un ejemplar de Los Tiempos para materializar unos ejercicios que los curas llamaban “gramaticales”, y que eran parte de la metodología de un libro de texto denominado “Cuesta arriba”. Se trataba de identificar, leyendo y marcando con un círculo rojo y entre los intestinos de los artículos y las noticias, los nombre propios y masculinos un día, los femeninos otro, siguiendo con los pronombres, los demostrativos, los verbos, los adjetivos calificativos, las preposiciones, etc.; así cada día sin pausa. Ver en ese entonces a estas tareas escolares como una carga traumática era algo absolutamente legítimo, pero hoy, 40 años después, las reconozco como muy valiosas, porque por responsabilidad y autorregulación ese círculo rojo no ha desaparecido cuando escribo. Buena costumbre.
Es que este periódico en los 70 años de vida siempre ha inscrito los nombre propios, masculinos y femeninos, los pronombres, los demostrativos, los verbos, los adjetivos calificativos, las preposiciones, etc. que reflejaron los tránsitos intermitentes entre la dictadura militar y algunos lapsus democráticos espurios de los años 60 y 70; el viaje hacia la democracia en los 80, la consolidación de lo neoliberal en los 90; y lo peor la desgraciada aniquilación de lo republicano, abruptamente sustituido por lo comunitario.