Los micreros abusan más por viejos

Así fue, así es y así será. Los micreros, truferos y colectiveros conforman un grupo rastrero que, desde mediados del siglo pasado, se ampara detrás del poder y los gobernantes de turno,  sólo con el fin de satisfacer sus demandas y antojos, al margen del principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El día jueves pasado y luego de bloquear el centro de la ciudad, el Sindicato de Micros y Colectivos levantó la medida de presión y acordó instalar una mesa técnica con la Alcaldía para mantener el descuento del 50% en el impuesto sobre la propiedad de automotores arruinados y residuales, con el perdonazo incluido, además de la condonación de multas por omitir el pago de impuestos por décadas, los intereses y demás accesorios tributarios. Esta demostración de poder abusivo ha ofendido al ciudadano común que está soportando la carga fiscal en un 100% sobre valores que se actualizan anualmente. En otras palabras, este sector pide la rebaja de tributos que ni siquiera los ha pagado oportunamente. Un insulto a la inteligencia.

Lo más deplorable es que en torno a los transportistas se han adherido intuitivamente un sinfín de ciudadanos con la idea de que mientras más viejo sea el vehículo se paga menos impuesto. En realidad así fue labrada la ley, siempre satisfaciendo el antojo de los transportistas que presionaron a las autoridades para que así sea. Lo barato cuesta caro, dicen los sensatos. Viendo las cosas desde un punto de vista utilitarista se puede afirmar que el propietario del vehículo barato y antiguo está expuesto a maldecir cada vez que tiene que encarar a los mecánicos, electricistas, parchadores, gomeros, balateros, plastiqueros, grúas, ladrones y receptadores de repuestos y partes, entre otros personajes siniestros, sólo con el fin de mantener con vida útil  su vejestorio. Así es como el embrujo o el placebo de pagar menos impuesto, ha atrapado a miles de propietarios en un circuito perfectamente organizado para esquilmarles los pocos recursos con que cuentan para cuidar un armatroste. Mi familia tiene un vehículo nuevo y otro antiguo, así que conozco la diferencia y como muchos se de los costos y los beneficios.

Pregunto: ¿Qué tal si cambiamos esta lógica perversa que protege lo antiguo?  La mayoría de los países modernos incentivan a los propietarios de autos nuevos con unas sustanciales rebajas en impuestos a la propiedad, especialmente a las empresas de transporte público y castigan con tasas altas a los que no renuevan sus antiguallas. Otra vez pregunto: ¿Qué tal si los micreros y colectiveros compran buses nuevos y la Alcaldía no les cobra impuestos a la propiedad por tres años?  Si Dios realmente me ha escuchado y si su respuesta es afirmativa, esta sería una bendición para todos. La ciudad ganaría en estética y modernidad masificando el transporte público; y los usuarios lograrían más comodidad y rapidez, entre otros beneficios inimaginables.

Con estos incentivos los transportistas podrían comprometerse a renovar periódicamente  el parque automotor, de tal modo que siempre tengamos buses nuevos a disposición; y no como hasta ahora, esa plaga de miles de trufis, colectivos y micros mugrientos y desastrosos, pululando por esta ciudad que pretende una pisca de modernidad. Pero tengo la sospecha que los transportistas no tienen el menor interés en liberarse de sus paradigmas arcaicos, y ellos lo saben por viejos y abusivos.

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