Los jóvenes antiimperialistas

El partido de gobierno se propuso recordar el 50º aniversario de la llegada del guerrillero Ernesto Che Guevara a nuestro país, ese ícono que adorna la frivolidad del socialismo del siglo XXI. Precisamente con este justificativo ha decidido reunir a cerca de “2.000 jóvenes de diferentes países del mundo” para la II Cumbre Mundial de Juventudes Antiimperialistas. Con el fallecimiento de Fidel Castro, ahora sobran los testimonios necrológicos, mucho más si en octubre pasado se recordaron los 49 años de la muerte del Che. Este evento se realizará entre el 2 y 3 de diciembre en Villa Tunari, territorio cocalero, y dos años después de la celebración en Cochabamba de la primera cumbre que nadie recuerda. 

Como todos los eventos que trama el partido de gobierno tienen unas características muy predecibles, me atrevo a confirmar que serán algo más de 1.950 jóvenes masistas tutelados que debatirán artificialmente una agenda. Los organizadores anunciaron que se discutirán temas como “la agresión militar y política imperialista, el calentamiento global, la articulación política de las juventudes antiimperialistas del mundo, el rol económico de las juventudes, los avances en el área de género”; y ante todo sobre “el uso de nuevos escenarios para la lucha antiimperialista como manejo de redes sociales”. En esta cumbre, la Dirección Nacional de Juventudes del MAS presentará el plan prefabricado para “la ofensiva antiimperialista, anticapitalista y antipatriarcal”; y en esa línea, con toda seguridad, exaltará la “reimplantación” de gobiernos revolucionarios por la región, tan parecidos al modelo dictatorial cubano.

Dejando de lado esta cumbre, es que ahora la muerte de Fidel Castro ha revitalizado el debate sobre el nefasto sistema de control policiaco sobre los derechos humanos en la isla de Cuba, muy bien replicado en países como Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Venezuela. También, la defunción del dictador cubano representa el fin de una era y coloca a la isla ante un desafío emocional muy profundo, quizás muy útil para provocar algunos cambios medulares en el “sistema democrático cubano”, de tal modo que se contagie con la democracia de verdad, la libertad de los ciudadanos y el respeto a los derechos humanos.

Es que en la Cuba de los Castro desde siempre se violentaron los derechos a la vida; a la integridad personal física, psíquica y moral; a la libertad personal; a peticionar ante las autoridades; a la libertad de expresión; a la protección de la libertad de conciencia y de religión; a reunirse libremente y a asociarse; a la propiedad privada; a circular y a residir en el territorio de un Estado; a un juicio justo en un plazo razonable ante un tribunal objetivo, independiente e imparcial y a la doble instancia judicial; y a la presunción de inocencia, entre otros.  No es casual que el gobierno boliviano desde enero de 2006 haya coincidido con la misma conducta castrista, implementando un régimen de atoramiento de estos derechos humanos para ahogar a sus opositores y amedrentar a todos los ciudadanos. Sólo queda esperar que, con su espíritu rebelde, los jóvenes de todo el mundo afirmen que la libertad y el Estado de Derecho son la única garantía para ejercer los derechos humanos. En fin, mientras Raúl Castro siga liderando en la isla, poco sabremos de derechos humanos,  libertad y justicia, pero mucho de la rutinaria ofensiva antiimperialista, anticapitalista y antipatriarcal.

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