El dirigente del Comité Cívico de Yapacaní, Cirilo Sorabí, denunció este pasado viernes que la tragedia del 11 de enero se originó en la oposición popular a un poderoso grupo de cocaleros que ha invadido la zona del Choré en el parque nacional Amboró para ampliar sus plantaciones de coca ilegal. Lo que nos sorprendió fue que el grupo gozaba de la protección oficial del alcalde masista, David Carvajal, recientemente destituido, pese a la impresionante escolta policial que el Gobierno Central le brindó sólo para sostenerlo en el cargo. Con esto una vez más se desnuda la fragilidad del Gobierno frente al poder omnímodo del narcotráfico, que además ha descubierto las omisiones en las que incurren las autoridades para fomentar las intenciones abusivas de los productores de coca ilegal y simplificar la comisión de sus delitos.
Ya para nadie son misteriosas todas estas presiones políticas que estampan los cocaleros del trópico de Cochabamba para influir en todos los ámbitos, hasta en la política internacional con el fin de “estrechar lazos con gobiernos amigos” que se han convertido en facilitadores del narcotráfico boliviano. Son tan influyentes que unilateralmente han empujado a su dirigente máximo para negociar en nombre del país la construcción de una carretera a través del Tipnis, y así extender las plantaciones de coca en las tierras marginales e inundar con materia prima la industria de la cocaína. Con razón los cocaleros, en junio de 2009, colgaron guirnaldas de coca en los cuellos de Evo y Lula en pleno Chapare, en agradecimiento por haber sellado un acuerdo político para impulsar ese proyecto de carretera. Al igual que en la zona del Choré de Yapacaní, el parque Isiboro Secure ya está invadido por cocaleros y con mucho argumento se puede presagiar un incremento colosal en la producción de cocaína.
Por todo esto no nos extraña que los cocaleros y el masismo estén controlando la contra-marcha del Consejo de Indígenas del Sur (Conisur) que exige la anulación, supresión, abolición o abrogación de la Ley Nº 180 de Protección del Tipnis, y además serán ellos los que instiguen un enfrentamiento físico con los dirigentes de la legítima marcha indígena que llegó a La Paz en defensa del parque y logró la aprobación de esa ley. Tal es su poder que han rodeado al Gobernador de Cochabamba para que manipule, sin escrúpulos y espontaneidad, una cumbre social de organizaciones afines al MAS que avale la construcción de esa carretera tildada por la ilegalidad y la corrupción. El depuesto gobernador beniano, Ernesto Suárez, ha sentido en carne propia el señorío radical de los cocaleros, que han intrigado en la designación amañada de su suplente, Haisen Ribera, tan sólo para que consienta la construcción de la carretera por el Tipnis.
Cómo se extraña a esos héroes cocaleros y sus familias, que en antaño destinaban su producto exclusivamente al acullico, y que era transportado del trópico de Tiraque, Totora, Epizana, Pocona y Pojo, hacia los mercados de las zonas mineras y urbanas, pasando por los caminos de herradura de Monte Puncu y Sehuencas. Esos eran héroes de verdad, no sólo por su labor productiva, sino también por su profunda vocación contributiva, ya que pagaban altos impuestos a favor del departamento cochabambino en tiempos republicanos. Los cocaleros actuales han menospreciado esa mística heroica y no sienten pena al infectar la coca que cultivan con ese sabor mordiente y ácido que sólo la codicia y la complicidad con el narcotráfico pueden producir.