La marcha racista del 21F

Técnicamente y desde muy antiguo la marcha fue un método militar para trasladar contingentes considerables de soldados hacia el encuentro violento con el enemigo. Actualmente en todos los cuarteles bolivianos entrenan a los soldados a marchar; pero en las calles se ha emulado esta práctica para reunir protestantes que van al encuentro con el rival político para demostrarles su poderío. En todo el siglo pasado, la marcha fue un patrimonio de los izquierdistas bolivianos, siendo su irrenunciable metodología para mover a las masas inconformes. Ahora, los izquierdistas opositores que se hallan fuera o al margen de cualquier proyecto masista, están convocando a una marcha para reforzar el resultado del referendo del 21 F.

La situación de los opositores bolivianos, sean de izquierdas o derechas, está muy desarticulada, soportando aún a varios personajes cómicos que ya se sienten los próximos presidentes de este país. La peor característica de estos grupos opositores es su permeabilidad, pese a las desastrosas experiencias del pasado, que ya debieron dejarles algunas lecciones. Me refiero al hecho de que el partido de gobierno ya ha inoculado en varios sectores de la oposición a pervertidos disfrazados que están fomentando la idea de salir en marcha el martes 21 de febrero. Como bien sabe el lector, este tipo de agitación política fue muy utilizado por el gobierno para provocar confrontaciones físicas entre grupos opositores y oficialistas, en varios lugares del país y con trágicos resultados. Cómo olvidar el 11 de enero de 2007 en Cochabamba. En otras palabras la oposición ya fue infiltrada con ese ánimo confrontacional y lo más probable es que los líderes de la oposición, muy aleccionados por los agentes encubiertos, instruyan a sus bases populares salir en marcha pacífica. Que falsedad, ninguna marcha en Bolivia se ha convocado con fines pacíficos.

En cambio la ciudadanía sensata ya tiene clara la figura de que el 21 F ha sido un triunfo de la democracia y sin necesidad de salir en marcha o expresar su malestar de forma pública en las calles, después de un año el sentimiento se ha consolidado y su repudio hacia los que pretenden desconocer o anular el referendo se ha fortalecido. La idea de defensa del referendo, más la idea de que el gobierno está absolutamente desprestigiado con los actos de corrupción, el despilfarro y las obras faraónicas, tan superfluas y frívolas, han calado profundo en la ciudadanía y la única salida democrática a la crisis política se ve a lo lejos en las elecciones nacionales de 2019, en los términos ya resueltos en el propio referendo. Sólo le falta a la ciudadanía identificar y alentar a un líder geniudo y libre de influencias gubernamentales.

La oposición debería ya pensar en otras metodologías de protesta y evitar aquellas que pueden derivar en actos de violencia u otro tipo de agresiones corporales que se dan en las calles, porque ya queda claro que el gobierno quiere que un grupo más o menos numeroso de opositores humille violenta y públicamente a un grupo oficialista. De lo contrario y de persistir nuestros opositores con sus marchas al estilo izquierdista, le entregarán al gobierno y en bandeja de plata, los argumentos que le faltaba para invalidar el referendo: violencia, racismo, discriminación y mentira. Marchar el 21F servirá para facilitar el proyecto de victimización del gobierno y para eso sólo hace falta que los insensatos opositores golpeen a los indefensos masistas. Eso es.

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