Después de que la ciudadanía boliviana ha estado expuesta a los soporíferos alegatos en la Corte Internacional de Justicia, ahora se ha volcado de lleno a fanatizar políticamente sobre la nueva composición del grupo musical Kjarkas, que se denomina “Cara Bonita”. No cuesta nada desentrañar la canción para encontrarse con media decena de frases divertidas: bella mujer, cara bonita, bien jovencita, joyita, linda; y otras más mundanas: mucha plata y “otro nivel”. Dicen sus seguidores que el ritmo de morenada que acompaña esta canción es muy animado y sugerente; pero lo que llamó la atención fue la avalancha de críticas y vejámenes que ha sufrido la canción luego del lanzamiento del videoclip, que para los feministas tiene aires misóginos
Es un video en el que abundan las caras bonitas y las contorsiones de las polleras para encubrir la escasa calidad de la composición, que desde ya no es diferente a todas aquellas canciones que han nutrido el acervo cultural boliviano. Es pues un espejo que refleja la vida real y la cultura musical tan venida a menos en este pobre país, y que de pronto es el arte que nos merecemos, sin mayores aspiraciones. La canción y la música que la acompaña son creaciones y composiciones artísticas elaboradas con la máxima libertad posible, así que con la misma libertad cada persona las apreciará o aborrecerá según sus gustos. En fin, entre gustos y colores no han escrito los autores, pero lo que ha suscitado la ira es la inclinación política de los músicos y cantantes de los Kjarkas, además de su abierta simpatía con el Presidente.
En las redes sociales, desde hace mucho tiempo atrás, se publicaron algunas imágenes cargadas de frivolidad en las que aparecen estos artistas junto a Evo Morales, compartiendo ellos una mesa y onerosos licores de Escocia, al ritmo de música folclórica. Esta reunión casera y otras muestras de cariño al líder cocalero, han colocado al grupo folklórico en una delicada situación, porque la mayoría de sus seguidores han sentido la decepción al darse cuenta de que sus ídolos estaban sobrevalorados en su independencia; y estos acercamientos camaleónicos con el gobernante les habían restado prestigio, pese a que alguno de sus miembros intentó, sin éxito alguno, explicar que los Kjarkas “son de Bolivia y no de un partido político”. De este modo es que el icono musical de Bolivia dejó de serlo para muchos. No me extrañaría que lanzamiento del videoclip responda a “una coincidencia o una casualidad” con algún plan gubernamental para distraer y descuidar a la población boliviana en su afán de sostener la movilización por el 21 F y restarle fuerza. Me he enterado que la canción ya fue lanzada por radio, durante el carnaval pasado, cuya audición no provocó sobresalto alguno, ha sido entonces el videoclip que despertó a los animosos que ven al grupo Kjarkas como un sinónimo de masismo.
Así resumo uno de los ejemplos efervescentes que nos enseñan lo complicado que resulta comprometerse políticamente con el actual gobierno, por muy artista que sea uno. Los Kjarkas deliberadamente han decidido perseguir el mismo riesgo que corrieron a su tiempo los pilotos del Dakar, Nosiglia y Salvatierra, o el futbolista Etcheverry, entre otros sumisos y oportunistas. ¿Qué será de ellos el día en que el gobierno masista sea sustituido definitivamente? Como cualquier moneda, los Kjarkas tienen dos caras, una bonita y otra fea.