En días pasados, el Congreso aprobó unos requisitos inverosímiles para depurar la lista de candidatos a Ministros de la Corte Suprema de Justicia. No podrán ser elegidos Ministros los abogados que hayan oficiado como autoridades en los regímenes dictatoriales; o defendido narcotraficantes, o patrocinado juicios contra el Estado, o participado en los procesos de capitalización o privatización o que hayan sido abogados de embajadas extranjeras. Los arquitectos, los médicos, los contadores, y los siquiatras se quedaron mudos ante semejante disparate, porque les salpicó la subjetividad del gobernador.
Con todo esto cualquier profesional que haya desarrollado alguna actividad en el pasado reciente, por muy idónea y de calidad que ésta sea, puede ser limitado en su derecho para ingresar a la función pública. ¿Qué dilema para el médico a la hora de intervenir quirúrgicamente una peritonitis? El paciente será bueno o malo, Será del MAS o no, habrá participado en gobiernos anteriores. ¿Opero o no opero?, es la cuestión. Para este caso, el juramento hipocrático ha ingresado en terapia intensiva, y hay que rever su “modernidad”; además de considerar su afinidad con el catecismo que Chávez y Castro manejan.
Le ha resultado fácil a Evo Morales la tarea de tergiversar los paradigmas y los ideales básicos de servicio social y solidaridad que cualquier juramentado profesional ha prometido defender. Con esta subjetividad se guían los afanes de revolución hacia el ideal del totalitarismo estalinista. Tanto en el presente, como en el futuro próximo, sólo estarán vigentes aquellos profesionales afines a la tiranía en marcha, y que tengan muy buenas rodillas. La evidencia se consuma en los Ministros, Viceministros, y otros profesionales del MAS que han participado de regímenes de facto; defendido narcotraficantes cocaleros, o asesorado a la maldita capitalización.
Hemos entrado en un proceso de fragmentación, donde la autoridad está en forcejeo permanente con cualquier hijo de vecino que quiere asumir capacidades administrativas, institucionales y de gestión, sin una especialización profesional mínima. La sociedad boliviana reconoce el derecho individual de la cocalera para llegar a ser la Ministra de Justicia, pero le impone el deber de la idoneidad, que ahora no tiene. Evo Morales está llevando muy lejos el cambio, y desea que el humilde zapatero o el destacado astrofísico que militan en el MAS, lleguen a ser Ministros de Salud.
Las nuevas políticas públicas para el ejercicio profesional en este suelo patrio, ni siquiera se fundan en aquellos principios y bases universalmente aceptados. Peor si los remedios y las soluciones a los malestares que heredamos de nuestro pasado reciente, no están encomendados a la obra y gracia de consultores, líderes empresariales, sociales, regionales o políticos; formadores de opinión o profesionales. La ignorancia y la arrogancia han pisado suelo fértil. Los traductores de las esperanzas y pretensiones de nuestra sociedad en este escenario de cambio estatal, son otros siniestros personajes. Y con la boca abierta, los profesionales los están viendo pasar.