Entre una niña y una mujer hay un concurso

Al grano. Cabe pensar y repensar en la posibilidad de eliminar, de cuajo y con ley de por medio, cualquier concurso que tenga como elemento discriminador la belleza física; y declarar como delito de lesa humanidad la promoción de eventos de belleza para niños o niñas. Sería también un logro trascendental declarar ilegales a todas las empresas y oficinas que lucran con estos acontecimientos y utilizan materialmente a mujeres, subjetiva y simplemente bellas, en esos procesos rotativos para usarlas y después desecharlas por otras más bellas o más jóvenes. Algunas muestras de coraje para plasmar esta propuesta ya se han expuesto a la opinión pública mundial, por ejemplo esta semana que termina, el senado en Francia votó para prohibir los concursos de belleza para niños y niñas menores de 16 años y ahora la medida irá a la cámara baja para ser debatida y votada.

En Francia las cosas se pusieron agrias cuando con mucha vergüenza tuvieron que constatar que en los concursos de belleza de niñas se  estaban sobreexplotando unas imágenes muy sexuadas de menores de edad con tacones, bronceados artificiales, vestidos sugerentes, sostenes con relleno, pestañas postizas y bocas cargadas de carmesí. Lo peor de todo es que una gran cantidad de estas imágenes digitalizadas formaban parte de los discos duros de delincuentes que estimulaban por internet los bajos instintos de los pederastas y los padrinos de la prostitución infantil.

Estoy absolutamente convencido que un concurso de belleza de perros puede dejar mejores expresiones de sosiego y felicidad, porque después de estos eventos, los perros siguen siendo perros; pero en el caso de los concursos humanos, las niñas, después de ganar o perder una aventura de este tipo, de manera muy dañina e inducida se han convertido en personas muy egoístas, frívolas e engreídas, lo que sepulta cualquier entusiasmo para vivir en comunidad y modernidad.

Como seres vivos y pensantes ya deberíamos decidir solemnemente la eliminación radical que estos concursos de belleza y con carácter urgente los de niñas. En la ciudad de Santa Cruz, quizás la tarea resulte titánica porque las frivolidades de sus habitantes aún están enraizadas en una etapa muy primaria, casi vital. Pero las autoridades de Oruro y Cochabamba, entre otras ciudades donde se estimula este disparate, deberían asumir el liderazgo y sin miedo legislar eliminando estos eventos, y estimular a las niñas, los niños y adolescentes con talento natural destacado para que sean “atendidos educativamente con métodos de formación y aprendizaje que les permitan el mayor desarrollo de sus aptitudes y destrezas” (art. 82, parágrafo III, CPE).

Resulta muy decepcionante recordar que en todos los certámenes de belleza que se desarrollan en Bolivia, luego de conocer los resultados se repiten automáticamente aquellos comentarios maledicentes y discriminadores que salen a la luz, indicando que una determinada reina era muy “imilla”, “negra” y “operada”, o que el jurado calificador estaba integrado por muchos “cholos”, “mujeres públicas”, “cunumis” o algunos “jailones”. ¿Y después de esto qué? Por supuesto, otro concurso de belleza, muy conveniente para coronar a las nuevas reinas y olvidar para siempre a las anteriores. Una carnicería institucionalizada, donde las mujeres o las niñas entran vivas y salen muy muertas y arrinconadas. Un desastre en pleno siglo XXI.

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