Allá por agosto de 2009, paseaba por Venezuela una exposición científica del cuerpo humano con ejemplares verdaderos y reales que estaban embalsamados, y con los aires que nunca olvidaremos el presidente Hugo Chávez Frías dijo casi gritando que ese evento no transmitía cultura científica sino simplemente reflejaba la imagen de una sociedad sin valores, ni respeto por la vida humana. “Esto es símbolo de la inmensa podredumbre en la que está la sociedad…, estamos en presencia de algo macabro. La gente paga para ir a ver un cadáver, ¿por qué están insepultos?” Nicolás Maduro debió haber olvidado este pasaje, porque decidió embalsamar el cuerpo de Chávez y exponerlo como pieza de museo, emulando el destino de los cadáveres de Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Minh y Kim Il-Sung, todos dictadores y déspotas de antología.
Con tanta parafernalia lo que se quiere es convertir el chavismo en religión, fundando sus bases en el culto a la personalidad, muy bien apoyada en los mitos agigantados mediáticamente por el gobierno venezolano, que de manera artificial busca robustecer el apoyo popular hacia el régimen y sus políticas. En este proceso de necrolatría se ha exagerado en los detalles espectaculares, que han resultado muy exóticos para algunas culturas asiáticas, muy inclinadas hacia la exuberancia de costumbres y ornamentos fúnebres.
Es que la logia de Maduro lo que pretende es constituir una nueva teología en torno al mito del presidente muerto. De otra manera no se explica como el chavismo ha llamado la atención del mundo entero a cualquier precio; aparentando, como siempre, tener el control total del paraíso socialista. Los líderes del chavismo han hecho grandes esfuerzos histriónicos para destacarse en la carrera desenfrenada para hacer primar sus cálculos políticos ante la mirada atónita de los demócratas más ortodoxos del universo. Todo sea “para salvar a la humanidad” como ya definió el presidente iraní en pleno velorio. Esto es religión y nada raro que pronto aparezca un libro sagrado póstumo escrito por Chávez y termine convirtiéndose en la biblia del siglo XXI, así como se utilizaron las falsificaciones de mensajes, discursos, órdenes, firmas y fotografías como parte de un espectáculo imponente de mentiras, sin parangón en la historia de la humanidad, sobre la “buena salud” del presidente.
Lo peor de todo es que Maduro se apresuró por tomar partido, lo hizo de la mano diestra de los Castro y la siniestra de Ahmanideyad; ya que la mayoría de los representantes de estados que acudieron al funeral por un deber de etiqueta ya se dieron cuenta que lo que se viene es peor. Si con Hugo Chávez se despojó a media Venezuela con corrupción, esta vez será el país entero que conocerá la miseria de manera irreversible. Si Chávez se gastó todo el dinero para costear el oxígeno de los cubanos ahogados, ahora con Maduro no habrá aire que respirar. Si con Chávez se amordazó a los periodistas venezolanos ahora con Maduro, al mejor estilo de la tiranía castrista, se organizarán las milicias para exterminar la prensa libre.
Se vienen días infelices, como infeliz fue el juramento del Presidente por encargo y menos feliz fue el día del fallecimiento del líder en el que se ocultó al pueblo venezolano, cubriendo con un cortejo necrófilo, la galopante deuda pública, el alto déficit estatal, la inflación vertiginosa, las devaluaciones torrenciales, tornando el futuro invivible. En verdad dicen que este líder muerto ya estaba embalsamado hace meses atrás, aprovechando el tiempo suficiente para crear una nueva religión. En fin, que todo sea para preservar los cuerpos muertos de la putrefacción.