El requisito de la libreta militar

Hace unos años atrás el Defensor del Pueblo acogió el reclamo de unos postulantes que no podían ingresar a la Academia de Policías  porque no tenían la estatura superior a 1,70 metros para hombres y 1,60 metros para mujeres. Posteriormente el Tribunal Constitucional terminó sentenciando esta restricción como genérica y abstracta, claramente discriminatoria, “además de colonial” porque los futuros policías aun teniendo una estatura inferior, podían “ventajosamente cumplir con sus labores” sin dejar de evaluar sus potencialidades que podrían “enriquecer la futura función policial”.

Si el propósito es dignificar las instituciones con el concurso de los bolivianos con valiosas potencialidades, parece que bien hizo el Ministerio de Defensa al convocar al servicio premilitar sólo a los bachilleres que tengan superado el promedio de calificaciones de 60 puntos sobre cien. Muy relativa y dudosa esta decisión. Sólo basta cuestionar si la baja o media estatura de nuestros policías ha coadyuvado ventajosamente a la seguridad ciudadana, o si los mejores alumnos, convertidos en conscriptos, realmente están sirviendo a la sociedad de acuerdo con la doctrina militar antiimperialista, diseñada por intelectuales comunitarios. Es pues, en este último caso, la libreta militar que avala todos estos sucesos imaginarios muy ligados con el servicio fantástico a la patria.

Así son los eslabones de esa cadena de fracasos, frustraciones y distorsiones que mal han construido nuestra fúnebre historia. Lo que ocurre es que los bolivianos aún no hemos comprendido la verdadera inutilidad de esta ficción que representa la libreta militar. No cuesta nada afirmar que en Bolivia el requisito de las libretas militares sostiene un negocio redondo de tráfico de influencias, del pago de coimas para ingresar o salir de los cuarteles, de precios mafiosos para falsificar esos documentos, de recompensas para los delatores de los falsarios, y así sucesivamente hasta completar todas las inmoralidades. Pero las cosas se tornan aún más dudosas si se pone de por medio la discriminación expresa que ahora están sufriendo los menos aventajados en su rendimiento escolar, esos personajes que en el siglo pasado eran conocidos como los “brutos” del colegio, y que encontraban en el cuartel el único refugio para lograr una libreta militar, que les abría un sinfín de puertas en el mercado laboral. ¿Qué será de ellos sin su libreta?

Durante estos últimos 35 años de democracia la libreta militar ha cumplido un papel importante en la institucionalización de la violencia y la extorción. Desde todos los órganos estatales se ha perseguido a cientos de personas que han sido denunciadas por falsificación material o ideológica de sus libretas militares; y también se ha arrinconado moralmente a miles de ciudadanos que tiritan en las sombras por no tener esa libreta o por temor a que sean descubiertos sus fraudes. Creo que ha llegado la hora de deliberar seriamente sobre la utilidad social del servicio militar obligatorio y el vasallaje colonial que infecta a las instituciones castrenses y policiales. En realidad la libreta militar no dice nada y no debería servir para nada; pero eso sí, es un requisito cargado artificialmente; quizás el peor de todos y el que más llama a la corrupción en nombre de la patria.

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