El llanto de las reinas de belleza

Una nota degradante contaminó las celebraciones del bicentenario y se produjo  el martes pasado en el certamen de belleza “Miss Cochabamba 2010”. Mucho alcohol, poca feromona, ausencia de estética, señoras histéricas, lágrimas de cocodrilo, gritos de “fraude”, agresiones físicas a  los jurados y  organizadores, fueron los primeros detalles de escándalo que llegaron a los oídos de las cochabambinas y los cochabambinos sensatos, que no participan de estos infelices eventos. Gracias a Dios el concurso pasó, antes y después, tan desapercibido que hasta los parientes consanguíneos de las mises defraudadas decidieron olvidar el incidente. Esta clase de concursos de belleza han disminuido en popularidad, porque sencillamente no tienen interés público. Simplemente, los cochabambinos no saben quién es su reina y menos les importa su existencia. Están ocupados en otras cosas.

Lo que nos ha inquietado es que este certamen escandaloso fue organizado por Promociones Gloria, una empresa con muchos cuestionamientos morales y con muy poco escrúpulo a la hora de imponer en la sociedad, especialmente en el pueblo de Santa Cruz, esas actitudes insustanciales y pensamientos frágiles, haciendo creer que es más importante deslizarse en un certamen de belleza femenina que resguardar esas ideas fuertes como la libertad o la igualdad. No nos extrañaría que esta empresa tenga potentes nexos con el gobierno, sólo para distraer a los hombres y desalentarlos cuando tengan que emprender cualquier acción política que ponga en riesgo la estabilidad gubernamental. Son muy claras las relaciones del vicepresidente masista con las mises cruceñas, como es tan bien clara la frivolidad que preside la vida pública cruceña y los medios de comunicación de masas. No pasma a nadie como los cruceños tuvieron que abandonar la madre de las batallas contra el gobierno, uno de esos meses de septiembre, sólo por elegir a la miss feria, o pausar su arremetida desestabilizadora para elegir a la miss carnaval, o la miss café, o la miss sonrisa.

Si Santa Cruz está como está es por su excesiva frivolidad. Puede declinar su voluntad, empeñar su libertad o abandonar a sus líderes sólo por vivir bien en ese mundito insustancial, donde nada se toma enormemente en serio, ni la autonomía que era su patrimonio. Son unos pocos quijotes cruceños los que han asumido la confrontación dialéctica con el gobierno, pero muchos los frívolos, y todo esto hace suponer, por ejemplo, que la resistencia cívica contra la ley corta de autonomías será muy superficial y trivial, pero también pasajera como el reinado de cualquier miss.

Independientemente de las feroces críticas que se vuelcan contra los concursos de belleza, definidos por los más radicales como «mercados de ganado», se nota la activa participación de muchas personas, hombres y mujeres modernos, sumergidas en una honda reflexión para defender a ultranza esas convicciones fundamentales como el respeto a la vida, a la libertad, a la igualdad, como el sentido de tolerancia y de solidaridad para con los grupos más vulnerables del cuerpo social; valores estos que son ahora inherentes a la sociedad moderna, el mundo civilizado y también al Estado de Derecho. Con este argumento no cuesta nada rechazar expresamente esas lacras sociales que cultivan la frivolidad y la tibieza moral en los concursos de belleza; y menos cuesta pedir a las madres y los padres de hijas bellas que cooperen, de cuerpo y alma, desatendiendo las convocatorias para participar en estos concursos, que sólo proyectan un pensamiento débil a las generaciones venideras.

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