El gobierno de la naciente aristocracia

Este domingo se reinstalan las mesas del diálogo nacional, con o sin los prefectos opositores, pero desde hace algunos días nuestros ojos están centrados en las personas que están participando de este encuentro, en calidad de “facilitadotes, técnicos o asesores”. En segundo plano y por detrás sólo hemos visto hombres y mujeres  con un alto coeficiente aristocrático. Y cuando los calificamos de aristócratas, no estamos utilizando aquel sentido de la palabra que está ya obsoleto (el de los nobles), sino nos referimos a los que componen esa clase de gobierno de los privilegiados, tanto oficialistas como opositores, que para esta etapa de crisis, son los artificiosos personajes que nos merecemos. Así es nuestra suerte. Ni más ni menos: es la gente que, en el último tiempo de las nacionalizaciones y de las agresiones fingidas, ha aprendido a usar camisas resplandecientes, ha demostrado su educación y ha incrementado sus actividades bancarias.

Es la misma parentela que dirigió a control remoto la Asamblea Constituyente, y son unos cuantos aristócratas masistas y opositores ladinos, que diseñaron y convinieron un texto constitucional, con el fin de que 255 personajes, entre analfabetos, dependientes y vasallos, firmen el documento final en nombre del pueblo. Ahora en las mesas de trabajo del dialogo nacional, estamos comenzando a identificar esas caras que habían hecho de la Constituyente una celda para aniquilar la libertad.

Muy hábilmente el gobierno del MAS, con el auspicio de algunos vocingleros de Podemos y Unidad Nacional, ha sabido conjugar el concepto de gobierno con relación a todos los ciudadanos, y el culto a la personalidad de Evo Morales respecto de los miembros de la nueva aristocracia socialista, que se incuba en la administración pública boliviana. El gobierno de los nuevos aristócratas, le permite al MAS hablar al pueblo en nombre del pueblo mismo, siempre de dientes para afuera; pero en sus entrañas existen unas humillantes exclusiones que solo son impuestas por los nuevos aristócratas; donde lo popular, democrático y participativo está absolutamente descompuesto y diluido.

En Bolivia, el gobierno está administrado por un atenuado número de aristócratas que se reúnen en torno a Evo Morales y Álvaro García; pese a su baja estimación pública y sus impúdicos compromisos con la oposición partidista. En los nuevos círculos aristocráticos bolivianos las negociaciones del quehacer público se tornan más cómodas y se logran soluciones más ordenadas y eficientes cuando unos pocos deciden por todos. Pero la otra cara de la moneda muestra a los masistas sintiendo el provecho que representa gobernar con los movimientos sociales sin rienda, que sólo les sirve para cercar, bloquear y provocar al enemigo. También están conscientes que pueden lograr resultados positivos con diez mil hombres en las calles y carreteras, pero los resultados son mucho mejores cuando se gobierna con personajes bien arropados y con un buen ánimo aristocrático. En fin, cuando la opulencia absorba a la nueva aristocracia, se hará más poderosa, y en términos exponenciales si la oposición partidista cohabita pasivamente con ella, compartiendo algunas de sus migajas.  Ahora más que nunca, estamos perdidos.

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