El fútbol que Brasil enseñará a Bolivia

Nuestros dirigentes del fútbol boliviano están luchando entre sí, a capa y espada, la opción de unas cuantas entradas gratis y algunos pasajes pagados por la FIFA para que asistan a la Copa Mundial que se disputará en Brasil a mediados de este año. Una vergüenza sin nombre. Algunos por razones de jerarquía y otros por sumisión a los cesares del fútbol ya tienen sus cupos asegurados, en otras palabras, irán a Rio de Janeiro a ocupar un asiento trasero en los palcos de honor de los monumentales estadios y degustarán el sabor del caviar y la delicadeza del champán. Sólo hay que preguntarse ¿cuántos dirigentes del fútbol organizado boliviano se largarán a Rio?

Una cosa sí es cierta. Pocos de ellos se han percatado de la posibilidad real de que el fútbol cambie definitivamente en este campeonato mundial y eso les preocupa. Desde el año 2009 se han materializado un sinfín de protestas ciudadanas por los excesivos gastos e inversiones que el gobierno brasilero se vio obligado a realizar en obras faraónicas simplemente para complacer a los césares de la FIFA, ese organismo todopoderoso que hace y deshace. Sin duda estas son las clásicas protestas, pero la madre de ellas se producirá cuando el pueblo brasilero exija en las calles los cambios que le urgen al fútbol.

Será el pueblo brasilero, amante del fútbol por naturaleza, que obligue a la FIFA en pleno campeonato, a renovarse totalmente para bien o morir con su mal. Es que esta institución está totalmente desprestigiada, no sólo por los escándalos de corrupción que desde hace 30 años han contaminado el fútbol mundial y que la han sumergido en las fauces del mercantilismo más ortodoxo. Lo único que ha creado la FIFA es una élite de codiciosos de oficio, los sórdidos y los más angurrientos, que trafican con mucho dinero mal habido, campeonatos forcejeados, apuestas ilícitas, venta fraudulenta de jugadores, coimas para causar daño al contrario, manipulación de arbitrajes y otras depredaciones inconfesables; y en Bolivia esta estampa maligna no es la excepción, es la maldita regla.

Con algo de reticencia recuerdo esa regla inmoral que mucho se usaba entre algunos ciudadanos, a fines del siglo pasado, para justificar las obras putrefactas de un alcalde nuestro muy conocido. “Roba, pero hace obras” Nuestros dirigentes bolivianos por analogía han esparcido esa máxima antiética del fútbol que trata de justificar su indecencia: “Roban pero nos sacan campeones”. Ni siquiera eso, y sin exagerar ya se puede afirmar que nuestra selección nacional simplemente ha custodiado el penúltimo lugar en las eliminatorias de los tres últimos mundiales y los dirigentes se encargaron de salvaguardar para sí y en primer lugar el dinero más los privilegios. Buen negocio. Todos los dirigentes se quedan y los que se van son los jugadores.

Este ambiente degenerado es en el que se ha encerrado al verdadero fútbol y todo parece indicar que a partir de junio de este año el pueblo de Brasil tirará la primera piedra contra el muro de la FIFA para rescatar al fútbol nuestro. Ese fútbol original que sabe convivir con su sociedad, ese fútbol de la camiseta, ese de las barras aficionadas y contagiadas de felicidad por el triunfo o de coraje por la derrota digna; ese fútbol con menos dirigentes y más jugadores. Esa es la lección para bien que recibirán los amantes del fútbol boliviano, especialmente cuando protesten y puedan confirmar que la grosería puede ser derrotada; y para eso sólo se necesitan ganas para bien y fútbol de verdad.

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