La propuesta gubernamental sobre el cambio de horario parece que no es la solución para el ahorro de energía. En esta semana que termina muchos expertos en el ámbito energético han manifestado que el proyecto de cambio no ha de tener el efecto esperado, ya que el aporte a la solución de la crisis energética es insignificante, lográndose un ahorro entre 20 a 30 Megavatios por día, que representa un 3 por ciento de la demanda total, respecto de la realidad de otros países que su ahorro llega hasta un 15 por ciento mínimo en horario de verano. Los profesionales entendidos han mandado unos mensajes preocupantes sobre los efectos en la vida cotidiana de los ciudadanos, porque serán ellos los que resulten perjudicados, mientras que el Gobierno y las empresas serán los más beneficiados. Por esta razón es que el Gobierno ha esquivado las explicaciones sobre el impacto económico que se producirá en la economía familiar, cuando los habitantes de las ciudades tengan que consumir más energía en la madrugada al levantarse cuando aún la luz natural es muy tenue y en la noche cuando todos se queden despiertos por más tiempo, provocando una baja en la productividad de las personas por la diferencia que marcan el reloj biológico y el que llevamos en la muñeca.
Para reducir el consumo de energía en la hora pico (19:00) se propuso adelantar los relojes para salir de nuestros trabajos cuando la luz del día aún es útil; pero aún la población no ha comprendido el gran problema que representa el cambio de convencionalismos para habituarse al nuevo horario. En fin, todo parece indicar que no será una medida práctica. Ya se deberían buscar alternativas menos traumáticas para los ciudadanos y lograr su compromiso para ahorrar energía dentro sus hogares. También deberían participar los entes públicos en la generación de políticas públicas que encaren con responsabilidad el desperdicio frenético de energía eléctrica, como es el caso del alumbrado público de las calles que compete exclusivamente a los gobiernos municipales autónomos (art. 302, parágrafo I, inc. 30, CPE).
En la ciudad de Cochabamba la empresa ELFEC factura mensualmente a la Alcaldía algo de Bs. 4.000.000 por alumbrado público, algo más de Bs. 8.000.000 al sector industrial por el suministro de energía, y más de Bs. 22.000.000 a los propietarios de domicilios particulares. Las empresas de distribución de energía saben que se puede viabilizar el ahorro y el uso racional de la energía eléctrica, pero a quienes compete esa tarea es a los servidores municipales y especialmente a los ambientalistas de la Alcaldía de Cochabamba que ya deberían confesar ante la población el crimen contra la inteligencia humana que representa el hecho de que se están gastando aproximadamente Bs. 2.500.000 al mes en la energía que consumen las fuentes de luz artificial que están dirigidas hacia el cielo. Esta inutilidad es horrorosa.
Con estos datos queda clara la necesidad de atacar el problema en los domicilios y las calles que se están iluminando demasiado en detrimento del sector productivo. Entonces lo que urge es la aprobación de una Ordenanza Municipal de Alumbrado Público que sea compatible con la protección del medio ambiente, que impulse la mejora de la eficiencia lumínica en las calles, plazas, avenidas y lugares de recreación, y castigue la iluminación desmedida e irracional de casas y jardines particulares. También se debería optimizar adecuadamente el apagado y encendido de las instalaciones de alumbrado, disminuyendo su impacto a determinadas horas de la noche en las que desciende el tráfico vehicular y peatonal. Hasta ahora los cochabambinos hemos sacrificado el privilegio de ver las fulgurantes estrellas pagando dinero a la Alcaldía para que con el alumbrado público nos las oculte. Así las noches son tristes, mucho más si tenemos el reloj adelantado.