El pasado viernes, dos eventos confirmaron mis sospechas de que los procesos autonómicos en las comunidades indígenas bolivianas son un perfecto descalabro. A once años de gobierno azul, el discurso indigenista del partido hegemónico, simplemente fue un sermón artificial. Con las sonrisas que solo demuestran los embusteros, tanto los líderes indígenas y las autoridades del oficialismo, anunciaron que se establecerá la primera comunidad autónoma indígena guaraní de Charagua, en el Chaco cruceño; y también ese mismo día, todas las autoridades indígenas y originarias presentaron sus juramentos ante el Gobernador potosino. Me pregunto: ¿Los procesos autonómicos de las comunidades indígenas originarias y campesinas realmente hicieron autónomos a los indígenas? No creo, porque desde hace siglos los indígenas siempre se sometieron por gangas al poder central, sea el que se ejercía en la colonia española, o el que se impuso durante la primera república.
Sólo basta releer el preámbulo de la nueva Constitución Política del Estado (CPE) y recordar que el guión histriónico del proceso de cambio reprocha el racismo ejercido contra los originarios “desde los funestos tiempos de la colonia” y exalta a los bolivianos que “dejaron en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal” y asumieron el reto de construir un Estado “hacia una Bolivia… comprometida… con la libre determinación de los pueblos”. Además y entre algunas apologías ridículas se machaca que es “fin y función esencial del Estado constituir una sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización”. Gran discurso.
Al escuchar a los dirigentes originarios guaraníes de Charagua en sus discursos de beneplácito por haber terminado su estatuto autonómico sólo he notado que lo que menos sienten es libre determinación y que lo que más expresan es acatamiento colonial, al Rey o al Inca, como se prefiera. El dirigente al manifestar su compromiso con la agenda patriótica y el proceso de cambio del masismo, ha liquidado irreversiblemente la singularidad de su “identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya existencia es anterior a la invasión colonial española” (art. 30, parágrafo I, CPE). Me hubiera confundido de verdad, si el líder indígena se hubiera subyugado a Evo Morales en su idioma originario, pero lo hizo en español, porque sencillamente el gobernante no entiende otro. Peor expresión de capitulación colonial fue el juramento de los líderes originarios de las comunidades indígenas de Potosí que ofrecieron ante el Gobernador del Departamento, que a su vez está sojuzgado al Gobierno central. La misma cadena interminable de avasallados.
Los estatutos autonómicos fueron ideados para fortalecer las comunidades indígenas y alejarlas del poder central y absorbente, de tal modo de exaltar su libre determinación, pero después de haber logrado la autonomía en los papeles, sus conductas coloniales persisten y se multiplican; porque han sido suficientes once años de Gobierno del masismo para evidenciar que el liderazgo indígena ha actuado y actúa muy dominado por los designios de la corrupción y el desenfreno, que son moneda corriente en el partido oficialista. Este proceso de cambio ha perdido prestigio y credibilidad, porque sus políticas clientelares y el caudillismo lo posicionan en rangos similares o superiores al verdadero colonialismo español, tan podrido como anacrónico. Aquí nada cambió.