Del fraude a la violencia

Los que creen que la votación ciudadana en las elecciones generales del 20/10 derivará en una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados, están muy equivocados. Su yerro quizás radica en la confianza sobre los actos transparentes y las actitudes imparciales de los miembros del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Parece que la mayoría de la gente ha olvidado que el Gobierno contará los votos y el TSE sólo comunicará los resultados; pero todos saben que ya existe en marcha un fraude mayúsculo que empotrará en el poder a Evo Morales, como sea y al costo que sea. La opción del fraude en la primera vuelta está garantizada, así como la posibilidad de las armas también. Así lo anunció la máxima ejecutiva de la Confederación de Mujeres “Bartolina Sisa”, cuando advirtió que la “lucha armada” es la mejor opción para defender el proceso de cambio,  si es que el candidato del Movimiento Al Socialismo no gana las elecciones en la primera votación.

Es que los semblantes mortificados de los principales candidatos en contienda revelan que el que menos quiere perder las elecciones es Evo Morales y el que menos las quiere ganar es Carlos Mesa; tomando en cuenta que el partido azul ya ha decidido que la oposición y sus mejores candidatos no podrán gobernar pacíficamente los próximos cinco años. Este presentimiento fatal se concretará con la desintegración de las huestes opositoras y será el mal que por bien ha de venir, porque les está conduciendo a su propia regeneración. El día después del 20/10 y con la derrota en las urnas de la oposición, los bolivianos entrarán en un proceso necesario para eliminar a todos los actores obsoletos que, con sus egoísmos, deslealtades y distanciamientos, llevaron a todo el electorado a este callejón sin salida.

Necesariamente los ciudadanos deben prescindir de Mesa, Ortiz, Costas, Doria, Cárdenas, Revilla, Chi, y todos los menores, incluidos a los opositores exiliados porque ya no cuentan desde hace una década atrás. Estos deben salir definitivamente del tablero y renunciar a su perfil tutelar sobre la ciudadanía sensata. No quedará más remedio que aceptar la renovación y facilitar el relevo con nuevos actores y líderes, porque más bajo no se pudo haber caído. Debe haber cambios y no se puede ignorar esta situación. Tampoco se puede negar el fraude electoral que se materializará el próximo domingo y que todos los candidatos opositores han cohonestado, no sólo en sus consecuencias sino también desde los orígenes, al avalar su concurso junto con los candidatos ilegales e inconstitucionales. La derrota de estos candidatos opositores será el castigo por no haber dejado la piel en la lucha contra la inconstitucional candidatura del oficialismo, tarea urgente que abandonaron para deleitarse con sus vanidades supremas y estrecheces ridículas.

Esto va a derivar en una experiencia política parecida a la de Venezuela, con una asamblea mayoritariamente opositora, un gobierno azul, un dictador cocalero y unos ciudadanos rebeldes con ansias de exilio. Esta pesadilla hay que esquivarla y si por desgracia humana en enero de 2020 se posesiona Evo Morales con el 40% del voto ciudadano y con el 60% en contra, esta será la mejor excusa para ir pensando en una revocatoria de mandato para octubre de 2023. Ya se siente que los próximos meses serán muy traumáticos. Sobrará la violencia.

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