La columna “Digesto Fiscal”, que acoge mis escritos, tiene más de un año en el papel periódico y nunca había recibido una nota como la que envió, el pasado 22 de junio, el Contador Público Autorizado, Lic. Humberto Burgos Antezana. En el artículo “¿Confía usted en su contador?” (D&F, 15/06/2004), indiqué, por responsabilidad, que correspondía aclarar que está malintencionada pregunta, no sólo era aplicable a los contadores, también a cualquier profesional que opera de acuerdo con su leal saber y entender. El Lic. Burgos coincidió conmigo en el tenor íntegro del artículo, incluso con la confirmación que he realizado en el entendido de que la gran mayoría de los contadores actúan dentro de las reglas éticas y morales establecidas, pese a que la reflexión final era para los empresarios que empleaban a los contadores que suman “esa minoría que se encuentra al margen de la ley y la ética”.
El autor del artículo es abogado y el Lic. Burgos habló del pecado e identificó al pecador y confirmó el hecho de que: ¡Nadie confía en los abogados!. Entiendo que se trata de un exceso de susceptibilidad. El Lic. Burgos preguntó sobre la reacción de los Colegios de Contadores o de Auditores al respecto, así como yo pregunto si el Colegio de Abogados hará algo sobre la nota del Lic. Burgos. La respuesta: Nada, simplemente nada, y ninguno de los colegios.
Este acontecimiento inesperado, nos obliga a razonar que en cada oportunidad que escribimos hay un porcentaje de espontaneidad que llega del corazón, pero a menudo dicha espontaneidad se encuentra ahogada por sentimientos negativos. Sin duda alguna, los acontecimientos nocivos que se comentan respecto de la buena fe, la confianza y el ejercicio ético de la profesión, no son provocados por el Dr. Gonzales ni por el Lic. Burgos, pero ambos coincidimos que estos hechos nos entristecen a ambos.
Estoy seguro que no nos conviene buscar remedios expeditivos para sedar el dolor que anida en nuestros corazones por generalizar lo negativo y defender a ultranza cada una de nuestras profesiones. Por ahora y mal que nos pese, sólo el tiempo curará todas las heridas que causa el ejercicio indebido de la profesión, porque los colegios profesionales no regulan lo que deberían.
Inestabilidad en los gremios profesionales. Eso es lo que se ve. Las conductas de los profesionales, buenas o malas, son cosas de la vida que suceden sin descanso. En todo caso y para terminar, sólo nos queda cultivar personalmente las buenas cualidades humanas y la rectitud, así obtendremos lo que deseamos. Este puede ser el inicio de una franca invitación para discutir institucionalmente sobre el ejercicio de cualquier profesión. Al Lic. Burgos le agradezco por haber otorgado atención a un artículo tan irreverente, pero pregunto: ¿Qué hubiera pasado si el artículo hubiera sido firmado por un arquitecto o un ingeniero?. Por lo demás, cualquier profesional merece tolerancia.