En esta columna y hace unos días atrás habíamos advertido una crisis municipal imparable. Dijimos que los Ciudadanos Unidos (CIU) se transformaron en unos personajes bastante irrespetuosos y tiranos, como si de dueños de nuestra ciudad se tratara; además y para bien insinuamos que la propia ciudadanía les había ido nutriendo de mensajes vehementes y positivos para que cambien el futuro de la urbe y el porvenir de su propia organización. Por lo contrario, desde CIU se promovieron actitudes para mal, que despreciaron la sencillez y la inteligencia de los vecinos de este campanario.
Nos utilizaron como moneda de apuesta cuando para elegir a la presidenta del Concejo fueron necesarios dos votos de once posibles, y uno de estos era de la propia candidata. ¿En qué pensaría la concejala aludida cuando preguntó sí podía votar por si misma? Obviamente, los otros concejales en coro le contestaron que sí, claro; empujándola, con la ley en la mano, hacia el abismo negro de la incertidumbre.
Consumada la elección, CIU se jactó de su logro y con una atroz gala fue directamente en contra de la corriente vecinal que pide a gritos la conformación de un gobierno municipal a base de algunos acuerdos mínimos entre todas las fuerzas. Lo peor de todo es que los estrategas de está agrupación han presumido, en nuestras narices, de sus maniobras poco convencionales a la hora de hacer política con “dos votos”.
Estamos llegando a pensar que los señores y señoras de CIU sólo quieren distraernos, con una alta dosis de desprecio hacia nuestros buenos deseos para mejorar la ciudad. Parece que ellos aún no han advertido que la ciudadanía puede optar por un castigo solapado por haberla hecho sentir inferior y prescindible. Estas estratagemas de lotería para tratar de ganar con pocas monedas el premio mayor están ofendiendo a más personas de las que pretenden convencer.
El mejor consejo para los concejales: mézclense con el conjunto y adopten una cierta apariencia “común”. Esa gran originalidad que han demostrado los concejales, en general, no deberían haberla expulsado por la boca en la cara de los cochabambinos, por que lo único que lograron fue ofender su más profunda sensibilidad. Lo impensable puede convertirse en una realidad si esta crisis se profundiza. Las actitudes hostiles de los cochabambinos pueden germinar, como alguna vez, en las espaldas de unos burros “parquedos” en la esquina de las calles España y Bolívar.
Todos esperamos soluciones, especialmente que vengan de esos concejales sabios y sagaces; que sí existen; y además que sean producto de un comportamiento convencional y acorde a la normalidad de la mismísima “política”, pero jamás de la estafa o la defraudación; y peor si las soluciones vienen de la suerte. A los concejales hay que pedirles que nos hagan creer, aunque sea, que los ciudadanos los elegimos para que gobiernen bien la ciudad y no la rifen mal. Hay que enmendar el error; entre tanto, existen personas muy afortunadas.