La quinta pregunta del Referéndum de 18 de julio decía: ¿Está usted de acuerdo con qué Bolivia exporte gas en el marco de nueva política nacional que cubra las necesidades de consumo de los bolivianos, fomente la industrialización, cobre impuestos o regalías a las empresas petroleras llegando al 50 % del valor de la producción y destine recursos del gas para educación, salud y empleo?. La respuesta fue mayoritaria: SÍ.
El Congreso y el propio Poder Ejecutivo, a la cabeza del primer mandatario, deben acatar la decisión adoptada en democracia directa. La misma convivencia pacífica debe trasladar al papel legal esa decisión. Poner en limpio esta respuesta merece una gran responsabilidad frente al futuro, porque ahora las preguntas y el mismo acto del referéndum representan el pasado.
Aquí van algunos consejos para no cometer errores fatales. El Presidente Mesa está en el momento crucial de la situación, y debe reconocer que ha cometido una serie de errores anteriores y tiene que darse cuenta de ellos. Sin duda alguna esos errores fueron compartidos con todos los agentes que responden aún a la Constitución de 1995 aprobada por el mismísimo Gonzalo Sánchez de Lozada. En esta primera experiencia democrática al calor de la nueva Constitución que está vigente desde abril de 2004, se vio que los políticos y sus partidos han quedado en “off side” y deben, a regañadientes, acatar la decisión popular. Y mal que pese a las empresas petroleras, porque ahora tendrán que tributar impuestos o regalías hasta el 50 % del valor de su producción. El Presidente no debe agobiarte porque aun está a tiempo de arreglar las cosas sin problemas. El escenario anárquico que se pintó antes del 18 de julio no había sido tan terrible como parecía.
Los comunistas, los de la Coordinadora del Gas, los antiglobalización, el NFR y otros desmarcados de la realidad que responden a cierta tradición antidemocrática o a ideas fijas con respecto al asunto del gas han contribuido notablemente a que se produzca un error de percepción sobre un futuro negro para el país. Las cinco respuestas afirmativas al referéndum despejaron el ambiente y desplazaron a todos estos grupos minoritarios a la vereda para que obligatoriamente vean pasar esa revolución pacífica de julio de 2004 de la que no fueron actores principales. Así volvió la tranquilidad al país y se esfumó la amenaza de futuros bloqueos y otros movimientos sociales digitados. Esto no nos debe preocupar porque todos los bolivianos estamos a tiempo de cambiar de una vez por todas esos rompecabezas que no nos dejan vivir. Es necesario adaptarse a la nueva realidad, así obtendremos nuevamente el éxito que sólo la convivencia pacífica nos puede ofrecer.
En lo que queda de julio y todo el mes de agosto el Congreso debe trabajar por arreglar los errores cometidos en el pasado con el tema del gas, eso sí: con especial interés. La tarea de elaborar la nueva Ley de Hidrocarburos, sin darnos cuenta, provocará otra pequeña distracción que levantará un poco de enfado en los “revisionistas” o “nacionalizadores”, pero que no nos preocupen estos sujetos, y no tenemos porque sentirnos culpables de recordarles, aún con la razón o por la fuerza pública (legal y legítima), que la mayoría ha decidido afirmativamente. No olvidemos que lo fundamental es terminar y arreglar ese asunto del gas. Si así procedemos, las frustraciones de Oscar Olivera y su compañía limitada no traerán problema alguno. Personalmente me costó entender pero ……. es buena la actitud que ha tomado el Gobierno a la hora de escuchar la respuesta del pueblo. De las minorías ……. nos olvidaremos. El Presidente Mesa se encuentra inmerso en un tiempo de evolución, por eso es vital que sepa aprovecharlo mientras dure.