Todos recordamos esta noticia: unos diputados masistas el año 2006 tomaron contactos y participaron de reuniones en Cuba y España para apoyar el trabajo del brazo político de ETA que es Batasuna, un partido ilegalizado en España; que tiene “amigos legales y leales” en Venezuela, Cuba, Bolivia, Libia, Irán y en otras cavernas. Esta es noticia: el día viernes pasado, luego de la liberación de las dos rehenes de las FARC, el furioso líder venezolano ha pedido que se revierta la sindicación internacional de terrorismo que pesa sobre las FARC y se las considere como grupos insurgentes, o “movimientos sociales” bajo nuestra jerga anarcoandina.
ETA y las FARC nunca han dudado en utilizar el asesinato, el secuestro y la extorsión económica para lograr ser uno de esos “gobiernos independentistas y socialistas del siglo XXI”. La burrada de Chávez fue vitoreada de pié por el MAS, lo que confirma que los gobiernos “bolivarianos”, están vinculados mortalmente con aquellas bandas de terroristas. El fin justifica los medios, y lo correcto en sana razón es admitir que Bolivia, Venezuela, Cuba, Nicaragua más las FARC en Colombia están enfrascados en un plan mayor con objetivos totalitarios y fines oscuros, para Latinoamérica.
A este collar de países que están aliados con grupos insurgentes (algo más que terroristas malvados), lo que le importa no es infundir más miedo, sino mucho terror, y por eso los planificadores socialistas del siglo XXI quieren desarrollar el sentimiento de miedo en su escala máxima. En Bolivia, después del aciago y sangriento año 2007, hemos descubierto que lo que pretenden los operadores del totalitarismo es hacer que los bolivianos honestos actuemos oprimidos por el terror. Ese terror provocado en las calles de Cochabamba, Sucre, Santa Cruz y otros puntos por los movimientos sociales afines al MAS ha superado el miedo, y no nos ha permitido a los bolivianos pensar racionalmente sobre las infortunadas consecuencias.
Dejando de lado a los apologistas del delito, el gobierno boliviano está en la obligación de desvincularse de los grupos terroristas, como ETA, el MRTK o las FARC; y desparasitarse de sus operadores, que triunfalmente campean en Palacio Quemado. También tiene el deber moral de proponerse públicamente dejar de diseñar el terror; y evitar se repita la sucesión de actos de violencia que hemos vivido este último año de gobierno, que se ha caracterizado por la inducción al terror en la población civil de forma premeditada. Lo de Chávez y las FARC es una locura, pero lo que infunde terror es que existan personas que aplaudan de pié esa sandez.