Ya no queda duda que las dos explosiones provocadas en Oruro, son actos de terrorismo. Los bolivianos sensatos de verdad han demostrado su consternación con las muertes y heridas provocadas a varias personas por unos asesinos hasta ahora no identificados. Esta aflicción de solidaridad no ha sido acogida por el gobierno boliviano con la misma fuerza, porque, como siempre, los voceros de Evo Morales suspendieron sus apreciaciones hasta que las investigaciones concluyan y manifestaron, con una simpleza inexpresiva, su apoyo oficial con las víctimas.
Lo que siempre me asombra es que el gobierno masista, nunca pronunció de forma vehemente su condena expresa contra los actos terroristas en general, especialmente los que se suscitaron desde hace décadas por ETA en España o recientemente por ISIS en toda Europa. Espero estar equivocado, pero alguna vez he pensado que clandestinamente alienta y justifica actos de terrorismo. Mis lectores recordarán que en enero de 2007 escribí una nota en la que destaqué a dos diputados masistas que participaron de reuniones en Cuba y España para apoyar el trabajo de Batasuna, brazo político de ETA, que nunca ha dudado en utilizar el asesinato, el secuestro y la extorsión económica para fracasar constantemente en su intento final de ser uno de esos «gobiernos independentistas y/o socialistas del siglo XXI» ¿Quién nos asegura que esos diputados azules no estuvieron reunidos con los mismísimos terroristas de ETA? Lo peor, ¿no será que esos terroristas están ocultos en Bolivia, apoyando a los radicales masistas?. Como se verá, son simples conjeturas.
Recuerdo también que en abril de 2009, muchas armas, explosivos y trajes camuflados de combate saturaron los medios de comunicación y las conversaciones cotidianas; y a propósito escribí un artículo sobre los vínculos de un diputado masista con la entrega de dinero para la compra de fusiles que serían posteriormente utilizados por los movimientos sociales en la toma violenta de una mina. Esto ya está olvidado, como también las relaciones internacionales y formales que Evo Morales sostiene con Irán, el país que organiza y financia a Hezbolá, el grupo terrorista radical que opera inhumanamente en medio oriente. Por otro lado, nadie recuerda el pedido de Hugo Chávez, apoyado por el presidente boliviano, para que se anulara la sindicación internacional de terrorismo que en ese entonces pesaba sobre las FARC.
Es que repudiar estos actos terroristas representa para el gobierno de Evo Morales una declaración política muy comprometedora. Sólo basta confirmar que, durante estos últimos doce años de gobierno, el presidente boliviano nunca expresó en nombre del Estado una posición política clara de repudio a las dictaduras orientales y antidemocráticas que han sometido a sus pueblos; gozando del total beneplácito del gobierno boliviano. Por el contrario; no ha dudado en apoyar al gobierno sirio y alabar sus acciones autoritarias y unilaterales que han derivado en el éxodo masivo de sirios aterrorizados por todo el mundo. El día en que el gobierno boliviano repudie con tenacidad y claridad cualquier acto terrorista, venga de donde venga, reforzará su credibilidad democrática, pero como ese día está muy lejano, por el momento tendremos que coexistir con la duda si el Gobierno de Bolivia es parte del circuito del terror o no.