La noche del viernes pasado la Cámara de Diputados sancionó la Ley de Organizaciones Políticas que abre la posibilidad de la reelección de Evo Morales. Lastimosamente para quienes aún creen en el Estado de Derecho, las elecciones primarias se celebrarán de acuerdo con los planes del gobierno y en función de las ambiciones oficialistas. Mis lectores tendrán que hacer un pequeño esfuerzo para meterse en la cabeza la idea de que Evo Morales será candidato, porque no hay poder real en Bolivia que lo impida, pese a que algunos miembros del Tribunal Supremo Electoral ya han dado señales muy tibias de la arbitrariedad e la inconstitucionalidad que representa la habilitación del presidente para un cuarto mandato.
Lo peor de todo es que los políticos opositores han consentido tácitamente esta patraña legal de las primarias, exponiendo por enésima vez el ramillete de egoísmos y vanidades de sus representantes, que no tienen en mente otro norte que no sea el de candidatear para el cargo que sea en las elecciones de 2019. Yo creo que la oposición ha llegado el límite de sus posibilidades y sus fuerzas, porque ya le resulta insufrible la tarea de defender el 21F, no lo hizo, no lo hace ni lo hará de buena manera. Los opositores ya han dado suficientes muestras de desunión, de fractura, y esta es su principal debilidad, que lo único que les ha resultado es una sumisión vergonzosa ante el poder azul, que para algunos viles opositores les ha resultado un buen negocio.
Ha quedado confirmado entonces que Evo Morales será candidato y la única forma de derrotarle es con el voto y en las urnas. Para lograr ese objetivo la oposición tiene que pisar tierra e identificar que la principal fortaleza es la gente sencilla que irá a votar en octubre de 2019. Lo que corresponde es tomar el camino democrático y preparar el plan para las primarias de enero de 2019, con demasiada paciencia y calma, motivando a todos para participar en las elecciones como premisa, porque la convocatoria a la abstención sólo conducirá al infierno. Basta ver la imagen desastrosa que muestra Venezuela y el resultado satánico que se logró el 20 de mayo pasado cuando la oposición antichavista promovió la abstención generalizada en las elecciones presidenciales que terminaron eternizando a Maduro en el poder.
Lo que más daño le hace al proyecto opositor es la sobreexposición de la imagen de los precandidatos, especialmente aquellos que menos posibilidad tienen debido a sus perfiles antipáticos. Grande sería el infortunio si los masistas invaden las filas opositoras y alientan los egoísmos internos para consolidar la división, como han procedido en el pasado reciente. Entonces, ¿qué es lo mejor de la oposición? La gente, pero la gente que pretende elegir y no candidatear. Ahí está el poder, y es precisamente esta gente la que tiene que decidir el camino y elegir a los líderes para cambiar este escenario de dureza política y progreso económico lento e inseguro. Lo primero que tendría que hacer la oposición es alejar del tablero a los candidatos y conformar un consejo supremo de gente sabia y educada, sin pretensiones personales o electorales, y que marquen el plan de unión, diseñen una propuesta política y después de crear todos los elementos necesarios, preseleccionen a los mejores candidatos que se distingan por los valores que representan, para participar de las primarias de manera orgánica y efectiva. Quedan cuatro meses.