Ayer y anteayer el caos dominó la zona centro norte de la ciudad. No sólo los conductores de vehículos, sino también los ciudadanos de a pié, desaprobaron los cambios en el sentido de circulación de las calles La Paz, México, Reza y Chuquisaca. Y todo se debe a las funestas consecuencias de proyectar un puente, como el Cobija, sin haber previsto las temerarias consecuencias de tráfico vehicular que ahora padecemos. Sobre este incidente el jefe del Departamento de Tráfico y Vialidad de la Alcaldía, dijo que la confusión de los conductores es “normal y previsible” y nos recomendó a los ciudadanos que tengamos en cuenta los cambios para “evitar accidentes”. Entendemos que el nuevo funcionario ha obrado de buena fe y no tiene la culpa de este desastre, pero ya nos queda claro a todos los ciudadanos que el peor accidente que debimos haber evitado fue la elección de Gonzalo Terceros como alcalde. Sobran los argumentos para afirmar que la suya fue una desdichada gestión, basada en la jactancia de su poca valía y sus obras inconclusas. Esto merece una solución antes de que el puente se caiga en mil pedazos.
Desde hace tres años, con todos sus días y horas pico, el puente Cobija ha podrido el buen humor de los cochabambinos y las cochabambinas, y lo peor de todo es que el estado de descomposición parece que será permanente. Desde el inicio de las obras sobraron los puñetes, insultos y reclamos de los vecinos y los transeúntes contra los gestores municipales que no planificaron eficazmente la obra. El alcalde de la ciudad, durante los años 2007 y 2008 se envolvió en falsificaciones para justificar la demora en la entrega del puente. En el segundo año de retraso (2009), no tuvo otra opción que exponer diariamente a su oficial mayor técnico para que ejercite el arte de mentir sin ruborizarse, delante de toda la población. Y como si hubiera aparecido de la nada y por arte de magia, a fines de 2009, el inconcluso puente se abrió al servicio público con todas sus imperfecciones y errores de visión. Para consumar su mediocre obra, Gonzalo Terceros mandó colocar un letrero gigante en la orilla del puente que decía “Nunca es tarde cuando la intensión es buena”. Este fue el momento clave en que la inmoralidad se materializó con un insulto escrito en la cara de los ciudadanos.
Todos sabíamos que con la construcción del puente Cobija se eliminaría la congestión de tráfico en las horas pico, pero ahora nos damos cuenta que el problema se trasladó a la Plaza Colón, el Prado y la diagonal Salamanca; y en la lado oeste a las avenidas Tadeo Haenke y Dorbigny. Sin duda, la intención fue buena, lo cual no significa que el comportamiento artificioso de los funcionarios ediles sea también bueno. Gonzalo Terceros buscó desesperadamente la vanagloria y con esta su mala intención ha enviciado todas sus obras. Y junto a él coadyuvaron unos personajes siniestros que creían que la construcción del puente era algo ajeno a ellos, lo que los convirtió en embusteros y defraudadores; mucho peor si en el proyecto ellos mismos omitieron deliberadamente la previsión de las nocivas consecuencias sobre el bien vivir o la vida armoniosa de centenares de miles de ciudadanos. Así se consumó el crimen, pero ¿cuándo llegará el castigo?
Los actuales concejales y concejalas están llamados para fiscalizar y revisar desde el primer papel del proyecto hasta el último certificado de recepción de la obra, porque parece que no se ha cerrado ese ciclo de casi tres años de mentiras, postergaciones, y pésima gestión en la construcción del puente Cobija; de no hacerlo aparecerían como favorecedores del alcalde más jactancioso e ineficaz que hemos conocido.