El avión que cargaba un engaño

El caso del analista Edward Snowden terminará mal para él y para quienes de forma precipitada le han demostrado su solidaridad. En otras palabras, el país más poderoso del mundo no permitirá que este espía renegado termine asilado en alguno de esos países liderados por personajes con claras cicatrices antiimperialistas en la cara. Es más, el país que asile a Snowden será simplemente borrado del mapa y eso lo saben los presidentes socialistas que el pasado jueves se reunieron en Cochabamba para exigir a Europa y a Estados Unidos que se pongan de rodillas ante ellos en desagravio del Presidente Evo Morales, que fue obligado por algunos países europeos a realizar unos rebotes de navegación aérea por varios aeropuertos del viejo continente.

Pero a la gente sensata no se deja engañar tan fácilmente. Día que pasa se va develando ese embuste organizado para descuidar a los nerviosos espías norteamericanos que estaban vigilando a Snowden en el aeropuerto de Moscú, y todo parece indicar que en el diseño y ejecución de ese fingimiento los agentes bolivianos han participado activamente. Por esta razón es que la airada solicitud de desagravio fue respondida por los líderes europeos con una indiferencia insultante, muy bien matizada porque ellos han encogido los hombros con muecas de desgano. Nadie se disculpa con la persona que le ha engatusado o inducido en error, mucho menos si en el desarrollo del ardid se ha provocado artificialmente el quebrantamiento de ciertos acuerdos internacionales.

Se pueden contar con los dedos de la mano a las personas que aún creen que el servicio de inteligencia norteamericano es infalible, pero con los mismos dedos se pueden contar a los que creen en la astucia y la sutileza de los espías al servicio del socialismo del siglo XXI. No son buenos para resguardar secretos y menos saben transmitir información a sus gobernantes para que tomen las decisiones acertadas y así puedan adquirir alguna ventaja respecto de sus adversarios. Alguien había manifestado, con algo de sorna, que si se interviene en la central de inteligencia de algún país socialista criollo lo que se encontraría a primera vista sería una atado de horóscopos, cartas astrales, dados y algunas cartillas de bingo, como quien alude a la improvisación y la poca seriedad en el trabajo de espiar y confabular. Siempre han maniobrado a corto plazo y de forma intuitiva, casi dejando todo al azar.

La estratagema divulgada fue que Snowden estaba fugando oculto en el avión del presidente boliviano, y la reacción previsible del imperio era impedir esa fuga por cualquier medio. Los operadores encubiertos de Estados Unidos mordieron el anzuelo, actuaron en consecuencia, influyeron en sus similares europeos para detener ese vuelo, pero no tardaron en soltar el señuelo ni bien surgieron los primeros actos oficiales de reclamo tan poco sinceros que develaron una emboscada diplomática. Para desvirtuar toda esta malsana sospecha no fueron pocas la sugerencias para que el gobierno boliviano demande, ante los tribunales internacionales, la violación de los tratados sobre tráfico aéreo de naves presidenciales y a la luz de las reglas del derecho se dilucide esa transgresión, si es que la hubo; pero pesó más la cautela porque dentro de ese proceso se podría llegar a demostrar que se materializó una inducción en error, que para algunos podría resultar absolutamente imperdonable. Pero para el bien de todos ahora habría que olvidar este aburrido incidente y todas aquellas ostentaciones de victimización que siempre estuvieron sobrando.

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