Esta semana ha causado revuelo la inspección que realizó el canciller boliviano Choquehuanca y su comitiva a los puertos de Arica y Antofagasta, con el fin de constatar sus condiciones materiales y verificar el cumplimiento del libre tránsito convenido en 1904 con la República de Chile. Los detalles del atrevimiento diplomático y las reacciones chauvinistas que provocó esta intervención fáctica, tanto en Bolivia como en Chile, ya son de dominio público. Esta visita no es casual. Durante estos últimos 10 años cada vez que me propuse analizar el trasfondo de estas torpezas de nuestros gobernantes, siempre he concluido que detrás ha existido un plan siniestro, muy bien diseñado, para materializar unos objetivos supremos y patrioteros, amalgamados con corruptelas muy propias de nuestro folclore político.
Lo que Choquehuanca ha conseguido son muchos justificativos, que en principio parecen unas tonterías imprudentes, para profundizar las discordancias con el gobierno chileno y así reprocharle sus incumplimientos reiterados y permanentes de aquel tratado de 1904, para suspenderlo o romperlo. De pronto esto es lo que la mayoría de la gente fácilmente impresionable ha creído; pero lo que yo estoy viendo mucho más allá y por detrás, es que el gobierno de Bolivia tiene la abierta intención de plantear el abandono de los puertos chilenos y trasladar a un puerto alternativo todas las importaciones y exportaciones bolivianas de ultramar. Obviamente, la única y viable solución es la que ofrece el puerto de Ilo, cedido por Perú en 1992 con un plazo de 90 años renovables, en otras palabras: ad eternum. Entonces, el gobierno tiene servido el justificativo para romper con Chile, reposicionarse en Ilo, buscar financiamiento e iniciar inminentemente la contratación internacional para la construcción de ese puerto en territorio peruano. Como a estas alturas las sospechas ya me sobran, la empresa que será la encargada de ejecutar la obra ya está muy bien comprometida.
Pero, ¿qué es la Ruta Marítima de la Seda? Es el plan que tiene Pekín para extender sus inversiones en infraestructuras portuarias por todo el mundo, actualmente muy bien posicionado en el Océano Índico, el Mar Rojo, y el mar Mediterráneo, a través de un rosario de puertos que facilitan el comercio de China con Europa. Hoy en día China está invirtiendo en muchos puertos desde Malasia hasta Mozambique en África, pero muy poco en la costa americana del Océano Pacífico. Qué mejor momento para los chinos, porque en sus enroques maquiavélicos han identificado el Puerto de Ilo, como el mejor punto estratégico, no sólo para neutralizar el engrandecimiento de su rival, la India, sino también para fortalecer la Ruta Marítima de la Seda y sus propios intereses económicos en América del Sur. Cómo no podía ser de otra manera, el aliado perfecto para los chinos es el gobierno boliviano, como operador de la cesión del puerto de Ilo.
Con esta “movida” geopolítica, Bolivia potenciará su presencia en el Océano Pacífico, tomará el financiamiento chino para la construcción del puerto de Ilo, con sobreprecio y actos corruptos de por medio; además Perú saldrá beneficiado, sin invertir un centavo tendrá en casa un puerto grande y moderno. En cambio, Chile tendrá problemas con el desfallecimiento económico de sus regiones del norte, tan subyugadas a los comerciantes bolivianos; además soportará una crisis interna de sinceramiento. ¿Por qué los chilenos se dejaron llevar tan lejos?